La motivación es un estado interno de activación que nos empuja a la acción y pone en marcha los recursos que necesitamos para cumplir un objetivo.
La motivación está estrechamente ligada a la emoción, de forma bidireccional. En personas deprimidas, o que atraviesan un estado psicológico de tristeza o apatía, la falta de motivación para iniciar cambios en sus hábitos y rutinas suele ser uno de los principales impedimentos para el proceso de recuperación (entre otros factores, por la ausencia de dopamina). Además, cuando tenemos que iniciar una tarea compleja, cuando tenemos que prepararnos para un examen importante o una competición, o cuando tenemos que proponernos un cambio de vida, en ocasiones, tenemos la sensación de que "nos faltan fuerzas". Y es que esta falta de motivación puede llegar a sentirse físicamente, como un cansancio excesivo, una pesadez en el cuerpo y un enlentecimiento a nivel motor que parece que nos impide ponernos en marcha. Porque la motivación, si bien es un estado interno inherente al ser humano, fluctúa a lo largo del tiempo y no siempre está presente cuando la necesitamos. Entonces,
¿Qué podemos hacer?
En primer lugar, entender que la motivación no es un requisito imprescindible para iniciar una acción. Puede ser más complicado empezar, pueden aparecer sensaciones incómodas o parecer que nos vence la pereza o la procrastinación. Pero nada de eso tiene el control sobre nuestra conducta. Por eso somos capaces de cumplir con nuestras obligaciones aún cuando no estamos motivados, como levantarnos temprano para ir a trabajar, hacer las tareas del hogar y un largo etcétera.
En segundo lugar, saber que la motivación también se puede generar y aumentar de forma voluntaria y consciente. No debemos esperar a que aparezca como por arte de magia. Vamos a construirla.
Existen diferentes herramientas, ejercicios y técnicas para construir motivación, como si se tratase de pequeños ladrillos que se van apilando para construir una pared. Pero se necesita esfuerzo y paciencia, y ha de hacerse, en un primer momento, desde la desmotivación. Establecer metas realistas y felicitarnos por conseguirlas, implicarnos en actividades de autocuidado como hacer ejercicio, meditar o alimentarnos de forma saludable, escuchar música o cuidar nuestra higiene del sueño crean nuevos circuitos de dopamina (la hormona de la motivación). La química del cerebro tiene mucho que ver en cómo nos sentimos, y esto está científicamente demostrado.
Una vez que nuestros niveles de dopamina aumentan y se estabilizan, podremos proponernos metas y objetivos más complejos y ambiciosos, porque nuestra motivación nos ayudará y nos empujará a dar lo mejor de nosotros mismos. Pero recuerda: nada de esto ocurrirá por azar, por arte de magia o por el simple paso del tiempo. Asumir la responsabilidad de tu conducta y no dejar que tus emociones decidan por ti es el primer y el más importante paso hacia tu meta, sea cual sea la que te propongas.
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