La mayoría de nosotros hemos sentido alguna vez que perdíamos el control ante situaciones con una gran carga emocional. Esto es así porque los humanos somos seres extraordinariamente sensibles, y nuestra capacidad para experimentar emociones, en ocasiones, va más allá de nuestra habilidad para regularlas, especialmente cuando se trata de ciertas emociones activadoras como la rabia, el enfado o la frustración.
Pero algunas personas se enfrentan a esta sensación de descontrol con demasiada frecuencia, tanta que llega a afectar a sus relaciones personales, a su ámbito laboral o familiar y a su propia autoestima, mostrando conductas inapropiadas que conducen a sensaciones de culpa y arrepentimiento. Pero, a pesar de ello, la historia se repite. Una y otra vez.
A menudo escucho en consulta frases como: "yo siempre he sido así", "no puedo evitarlo" o "es superior a mí". Entendiendo la utilidad de encontrar argumentos que protejan nuestro autoconcepto y reduzcan la sensación de culpa, desde una opinión profesional y científica, nada de esto es cierto. En primer lugar, porque las personas disponemos de una capacidad innata para inhibir o controlar los impulsos y generar respuestas mediadas por el razonamiento. Además, porque la regulación emocional es algo que se puede aprender. Y, aunque lo ideal es hacerlo en edades tempranas a través de nuestras figuras de referencia, si has llegado a la edad adulta sin haber adquirido esta habilidad, tampoco es demasiado tarde. Estás muy a tiempo.
Lo primero que debes intentar es aceptar la emoción desagradable. Esa que te lleva a "perder los papeles" y te quieres quitar de encima cuanto antes. Porque, precisamente, las conductas inapropiadas son intentos desesperados de eliminar esa emoción. Quédate con ella, siéntela en tu cuerpo. Abrázala. Seguramente quiera decirte algo. Que sea desagradable no significa que no sea útil.
Al cabo de un tiempo, verás que su intensidad se reduce. Siempre es así. La intensidad de las emociones sigue una curva en forma de U invertida, y en los extremos nos permite gestionarla mejor.
Desde ahí podrás encontrar esas herramientas que necesitas y que mejor se adaptan a ti, entendiendo tu personalidad, tus vivencias y tus propios recursos. Pero todo este proceso es complicado, y atravesarlo solo se hace, muchas veces, innecesariamente difícil. La psicoterapia individual es la primera opción de tratamiento para aprender a identificar los antecedentes que te llevan a sentir esa emoción, aceptarla, escucharla y modificar las consecuencias inmediatas. Es decir, romper el bucle "emoción = conducta" y añadir una nueva variable (o varias). Si te has reconocido en estas líneas y confías en tu capacidad de cambio, ponte en marcha y pide ayuda.
Eres mucho más que tus emociones.
Hablamos?…